martes, 26 de abril de 2011

Fila de tiempo muerto

Reían con su maquillaje de payaso descarándose, ambos con el pelo de colores y miles de imágenes de sí mismos, Ella respiraba tranquila mientras preparaba la mescla blanca que rellenaría el agujero, causado por la mano de Él, la voz de ambos iba rebotando entre intento e intento, alguna veces caía sin más, se dejaban ver los ojos hinchados y llenos risas ajenas, los relojes sin pilas, marcaban horas distintas por toda la casa y solo podían maquillarse de nuevo para decirse otra cosa que no fuera negar que debían separarse.

Posiblemente no podamos continuar, decía Él mientras Ella renovaba su maquillaje blanco haciéndose un flor en la frente y pintándose los labios de rojo carmín, un tic-tac imaginario los mantenía atentos a su final, el calor en sus pechos tenia hirviendo su sangre, parecía que la presión de nueve atmosferas los mantenía pegados, a Él al suelo y a Ella a su cama. Él con la esquina de sabana se limpio el rostro, en la pared colgaban ocho calendarios en orden cronológico, 16 de julio de 1981 marcaba en el primero, los siguientes tenían los días marcados con puntos de sangre y el ultimo de la fila solo tenía marcado el 7 de de diciembre de 1989. Tanto Él como Ella no dejaban de ver los extremos de esa fila de tiempo muerto.

Las lagrimas empezaban a salir pese al tremendo esfuerzo en evitarlo, en Él ya no había maquillaje, Ella dibujaba lagrimas con su lápiz de labios por toda la pared, usted sabe… fue lo único que dijo mientras intentaba deglutir esa saliva espesa y amarga que obstruía su garganta. Ella tomo en su mano derecha un poco de la masa blanca para cubrir de nuevo el rostro de su compañero dibujándole media sonrisa echo a llorar.

Ambos se pararon y se quitaron las pelucas de colores, no dijeron más y se dedicaron a temblar como quien sufre de hipotermia, mientras lentamente levantaban sus brazos para abrazarse, del otro lado de la casa sollozaba su hijo, ambos se dieron un golpe en el rostro sin hacerse daño, tenían que reaccionar; no podían seguir así. Ella se dirigió al cuarto de al lado sin dejar ver de reojo un reloj que solo tenía aguja segundera, con su lápiz labial le dibujo una sonrisa de oreja a oreja mientras el niño empezaba a llorar, lo cargo y lloraron juntos, Él tomo la pintura negra y se cubrió el rostro por completo, la pintura le goteaba, camino al cuarto donde se encontraban Ella y el Niño, ambos se negaron verlo y callaron. Regreso por las pelucas al cuarto donde los días caían de la pared, Ella y el Niño lo siguieron, para salir con rumbos dicotómicos.